sábado, 29 de mayo de 2010

Un estudio arroja una nueva luz sobre los mecanismos del cerebro tras los brotes recurrentes de intensa ansiedad.

“Mi corazón empezó a acelerarse, no podía respirar, empiezo a sudar y me siento aterrorizada – como si fuese a morir”.

Así es como una de mis pacientes describió recientemente su ataque de pánico. Se le diagnosticó un desorden de pánico. La causa de este mal aún no se comprende, pero hemos sabido desde hace mucho tiempo que la vulnerabilidad al desorden de pánico está muy relacionada con la genética. Ahora, un reciente estudio de laboratorio de John Wemmie de la Universidad de Iowa puede haber revelado una importante nueva pista sobre las causas subyacentes a los ataques de pánico recurrentes: Puede ser, de hecho, un problema del pH – la acidez en uniones clave del cerebro.

La amígdala, una estructura en forma de almendra en las profundidades del cerebro, tiene un papel crítico en los circuitos que controlan la experiencia del miedo, tanto el temor instintivo (como tener miedo de serpientes o grandes carnívoros) como el miedo que se aprende de las experiencias. El estudio de Iowa demuestra que un factor metabólico muy básico, el pH – acidez – también tiene un papel clave en el miedo.

En general, el pH de nuestro cerebro está regulado cuidadosamente. Un gran incremento o decremento en la acidez cerebral puede interrumpir seriamente el funcionamiento del cerebro. Este nuevo estudio indica que el pH puede, a veces, aumentar y disminuir en las sinapsis, los puntos de comunicación entre las neuronas del cerebro. Algunas sinapsis incluyen proteínas especializadas que “sienten” la acidez. Estas proteínas (llamadas “‘canales de iones sensibles al ácido”, o ASICs) estimulan las neuronas cuando se detecta un aumento del ácido.

El estudio de Iowa muestra que ratones modificados genéticamente para que carezcan de estas proteínas sensibles al ácido tienen una capacidad mucho menor de mostrar tanto miedo instintivo como aprendido. Cuando los investigadores repusieron el gen ASIC sólo en la amígdala de los ratones genéticamente modificados, observaron una normalización del comportamiento del miedo. Por lo que sus estudios sugieren que la capacidad de detectar cambios en el pH sináptico de la amígdala es esencial para un comportamiento normal del miedo.

El artículo de Iowa también examina otro elemento en la ecuación del pánico: el dióxido de carbono. El dióxido de carbono actúa como un ácido en el cuerpo y en el cerebro. Varios de los experimentos descritos en el artículo de Iowa demostraron que inhalar elevadas concentraciones de dióxido de carbono disparaban reacciones de fuerte miedo en ratones normales, y que algunas de estas reacciones de miedo requerían la presencia de la proteína sensible al ácido en la amígdala.

Estos experimentos son especialmente relevantes para comprender el desorden de pánico. Uno de los hallazgos más consistentes en pacientes con desorden de pánico es que son inusualmente sensibles a la inhalación de dióxido de carbono y a otros procedimientos de laboratorio que incrementan la acidez cerebral. La mayor parte de los pacientes con desorden de pánico experimentarán un ataque de pánico cuando inhalen aire que contiene un 35% de dióxido de carbono, mientras que no sucederá esto con la mayor parte de voluntarios sanos.

Es interesante señalar que los parientes cercanos a los pacientes con pánico, también tendrán pánico durante la inhalación de dióxido de carbono, incluso si nunca han sufrido un desorden de ansiedad. La hipersensibilidad al ácido en el cerebro parece ser parte de una vulnerabilidad heredada a los ataques de pánico. Los recientes estudios en ratones que carecen de la proteína ASIC añaden mayor crédito a esta comprensión de por qué alguna gente es más propensa a tener ataques de pánico.

Los hallazgos de Iowa podrían ayudar a explicar el significado de otra curiosa observación: los pacientes con desorden de pánico tienden a generar un exceso de ácido láctico en sus cerebros. Los científicos han teorizado desde hace mucho tiempo que una anormalidad que afecta al metabolismo celular básico o al pH es la clave en la vulnerabilidad genética al desorden de pánico. Uno de los productos del metabolismo de la glucosa es el ácido láctico, o lactato. El lactato se produce constantemente y se consume durante la actividad cerebral, pero si se acumula en el cerebro, hará que aumente la acidez. Recientes estudios han demostrado que los pacientes con desorden de pánico acumulan consistentemente un exceso de lactato en sus cerebros durante las actividades mentales comunes. Los resultados del estudio de Iowa sugieren que uno de los disparadores de los ataques de pánico “espontáneos” en pacientes con desorden de pánico podría ser el ácido láctico que se acumula en los circuitos del miedo sensibles al ácido.

Aunque hay varios tratamientos efectivos disponibles para la gente con desorden de pánico, los actuales tratamientos no funcionan para todo el mundo. Es improbable que cualquiera de los tratamientos actuales actúe específicamente en la vulnerabilidad genética subyacentes a los pacientes con desórdenes de pánico. Los nuevos estudios demuestran que los cambios en el pH son una parte crucial del mecanismo de muchos comportamientos de miedo. Actualmente, ningún medicamento disponible afecta a la respuesta de los canales de iones sensibles al ácido en el cerebro. Puede ser posible desarrollar medicamentos que inhiban estos ASICs o que modifiquen las rutas metabólicas o neuroquímicas implicadas en la regulación del miedo y la ansiedad inducida por la acidez cerebral.

Por ejemplo, uno de los muchos efectos beneficiosos del entrenamiento de ejercicio aeróbico (como correr o montar en bicicleta) es que los tejidos metabólicamente activos (incluyendo el cerebro) se hacen más eficientes en consumir – eliminar – el ácido láctico. Hay cada vez más evidencias de que el ejercicio tiene unos potentes efectos anti-ansiedad y anti-pánico. Esto invita a la especulación de que el ejercicio puede reducir la ansiedad, en parte, mejorando la capacidad del cerebro de evitar la acumulación de ácido en las regiones cerebrales sensibles al ácido implicadas en el miedo. Si los experimentos apoyan esta idea, entonces podría diseñarse un régimen de ejercicios específicos para aprovechar al máximo las ventajas de este mecanismo contra la ansiedad.

Éste es simplemente un ejemplo de lo que seguro serán muchas nuevas ideas sobre tratamientos que surgirán a partir de nuestra mejor comprensión del papel fundamental en el cerebro del pH en el miedo. Ya, incluso con estos tratamientos en el horizonte, la gente con desorden de pánico, como mi paciente, pueden hallar algo de comodidad al acumular evidencias de que lo que experimentan no sólo está “en su cabeza” – está en sus canales de iones sensibles al ácido.

Cienciakanija.com

No hay comentarios :

Publicar un comentario