martes, 19 de octubre de 2010

Proyecto LYMPHANGIOGENOMICS

La barrera hematoencefálica (BHE) protege al cerebro de sustancias dañinas, pero al mismo tiempo supone un verdadero obstáculo en la administración de fármacos a este órgano. Investigadores suecos financiados con fondos comunitarios acaban de descubrir otro componente de la BHE que podría dar lugar a nuevos tratamientos contra varias enfermedades. Su estudio, publicado en la revista Nature, sugiere que los pericitos o células de Rouget son la pieza clave para solucionar este problema.
19 Oct 2010 | CORDIS


La investigación recibió fondos del proyecto comunitario LYMPHANGIOGENOMICS («Descubrimiento a nivel pangenómico y análisis funcional de nuevos genes en la linfangiogénesis»), financiado con 9 millones de euros por medio del área temática «Ciencias de la vida, genómica y biotecnología aplicadas a la salud» del Sexto Programa Marco (6PM).
En este nuevo estudio investigadores del Instituto Karolinska de Suecia desvelan que los pericitos, células del tejido conectivo de los capilares sanguíneos, son básicos para la regulación de la BHE.

«Nuestros resultados muestran que la regulación de la BHE depende de los pericitos y que ésta puede abrirse para permitir el paso de moléculas de distintos tamaños sin que se resientan las funciones básicas del cerebro», explicó el director del estudio, el profesor Christer Betsholtz del Departamento de Bioquímica Médica del mismo instituto.

Otros órganos humanos no presentan la misma impermeabilidad que la BHE, pues permiten que ciertas sustancias se desplacen de los capilares a los tejidos adyacentes. Por el contrario, la BHE bloquea esta ruta para que ciertas sustancias capaces de dañar células nerviosas, como las proteínas plasmáticas, no alcancen el cerebro. Si la BHE deja de funcionar como es debido pueden generarse enfermedades. Los investigadores han asociado la permeabilidad capilar del cerebro con varias enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer y la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), también llamada enfermedad de Lou Gehrig.

«Los conocimientos sobre la regulación de la BHE pueden aprovecharse de dos formas», indicó el profesor Betsholtz. «Para proteger el cerebro en caso de ictus o inflamación que implique la apertura de la BHE y la secreción de sustancias dañinas para el cerebro y para abrir la barrera de forma temporal y permitir el transporte de fármacos que traten enfermedades cerebrales como las neurodegenerativas.»

En resumen, los pericitos garantizan el correcto funcionamiento de la BHE mediante un mecanismo molecular que aún no se conoce. Cuando éstos no están presentes se inicia un proceso de transporte denominado transcitosis. Esto abre una ruta a través de las paredes capilares para que moléculas de distintos tamaños, incluso las proteínas plasmáticas dañinas, puedan pasar de la sangre al cerebro. Los investigadores indican que los pericitos además regulan la actividad de los astrocitos, que también contribuyen al funcionamiento de la BHE mediante unas prolongaciones especiales denominadas pies que envuelven a los capilares y regulan los flujos de agua e iones.

«Otro descubrimiento interesante realizado es que el fármaco contra el cáncer Imatinib, inhibidor de ciertas proteínas señalizadoras implicadas en el crecimiento celular, ejerce un efecto similar en presencia de pericitos en el sentido de que también bloquean las rutas de transporte de la pared capilar», apuntó el profesor Betsholtz.

Al estudio contribuyeron investigadores de la Academia Sahlgrenska (Suecia).

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