martes, 27 de julio de 2010

Bacterias que resucitan hojas

Cuando las hojas empiezan a tornarse letalmente amarillas en otoño, las polillas minadoras (Phyllonorycter blancardella) realizan la RCP. Incluso aunque el resto de hojas se marchiten, la zona alrededor de la larva minadora permanece con un verde brillante y fotosintéticamente activa. Ahora, un nuevo estudio demuestra que estas islas verdes saltan a la vida gracias a las bacterias que viven en el interior de la propia larva.
Como los mamíferos, muchos insectos alojan microbios internos llamados endosimbiontes que les ayudan a digerir alimentos, a menudo pasando estos amigos de generación a generación. Los insectos endosimbiones también han demostrado ser unos aplicados inventores, desarrollando defensas para sus nuevos anfitriones. “Cuanto más miramos a los endosimbiontes en insectos, más gente encuentra interesantes y nuevas funciones”, dice el ecólogo David Giron de la Universidad François Rabelais en Tours, Francia
A Giron le parecía imposible que bacterias como las del género Wolbachia, que viven en las minadoras, pudieran también reconectar el metabolismo de las plantas. Muchos microbios, incluyendo a Wolbachia, portan genes que también se encuentra en plantas que animan a que algunas células vegetales creen hormonas llamadas citoquininas, señala. Las citoquininas, que retrasan la muerte en las células vegetales, pueden aumentas las islas verdes por sí mismas y son numerosas en las islas de las minadoras.
Para determinar si las bacterias crearon las islas verdes, Giron y sus colegas dieron a algunas hembras minadoras dosis orales de antibióticos para insectos y acabar de este modo con sus socios microbianos. Los investigadores permitieron que los insectos dejasen sus huevos como hacen habitualmente en los manzanos. Las larvas de las madres no tratadas fueron capaces de formar islas verdes, pero las larvas de las madres con dosis de antibióticos no. Sin las bacterias “no tienes islas verdes, y sin islas verdes, mueres”, comenta Giron. El equipo informa de sus resultados de forma on-line en Proceedings of the Royal Society B.

Los investigadores aún no saben si las bacterias de Wolbachia crean pos sí mismas las citoquininas o si disparan el soporte de vida de la planta por otros medios. En un estudio anterior, los científicos descubrieron que las minadoras que infectan los abedules pueden producir citoquininas, pero no investigaron si estas hormonas proceden de los insectos o de los endosimbiontes. Sea cual sea el funcionamiento, las bacterias son unas valiosas compatriotas. En las hojas moribundas, las islas verdes dan a las polillas hasta un mes extra para reproducirse y crecer, según sospechan los científicos. Con ese tiempo adicional, las minadoras pueden ser capaces de generar una generación extra de larvas antes del invierno.
“Es un ejemplo maravilloso de cómo un organismo puede resolver un gran problema entrando en una relación [mutuamente beneficiosa] con un microbio”, dice el ecólogo químico Ian Baldwin del Instituto Max Planck para Ecología Química en Jena, Alemania. Dice que aún hay muchas preguntas por responder, tales como si la Wolbachia que vive fuera del cuerpo de los insectos pueden seguir manteniendo este soplo de vida. Pero el estudio demuestra en qué medida el éxito de un insecto está en el trabajo de sus bacterias internas. “Se puede decir con segurar que la mayor parte de los insectos… son simplemente caballos de Troya”.

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